jueves, 22 de octubre de 2009

El poema LA FLECHA lo escribí hace muchos año atrás, hace seis años a decir verdad, las cosas estaban más quietas en aquél tiempo, por lo menos mediaticamente hablando y pasaban por un proceso de estructuración que quedaría grabada en la historia contemporánea de ese pueblo.

Desde siempre me he considerado parte del pueblo mapuche, por parte de mis ancestros no muy lejanos. No conservamos apellido mapuche pero aún así siento correr por todo mi cuerpo el dolor y la ira que me produce el ver a la que considero también mi propia gente siendo vejada, engañada una y otra vez, vilmente despojada, acusada, torturada.

En aquél entonces tuve oportunidad de compartir con algunas personas del Consejo de todas las tierras, acompañamos mi familia y yo a los hermanos en diversas marchas pacificas, celebración del año nuevo mapuche, foros, etc. Todo me llevó a la convicción de que en algún momento este magnífico puño de Chile se iba a levantar nuevamente, a su manera, que no es la manera nuestra de hacer las cosas, simplemente porque no tiene que serlo. Yo temo que esto está recién comenzando y si alguna seguridad me asiste es que no tiene que ver con influencias foráneas de ningún tipo, la fortaleza de la sangre mapuche es la misma de siempre, la diferencia quizás pudiera hacerla el estar algo divididos pero quizás lo que para nosotros pueda ser una debilidad para ellos pueda ser una fortaleza más "no hay que poner todos los huevos en una misma canasta" dice mi madre. En fin, tengo la esperanza en que las fortalezas de este pueblo mío sean más que sus divisiones y puedan uno de estos mostrarnos una vez más quienes son y por qué se les reconoce aún en el extranjero por ser uno de los pueblos con mayor bravía guerrera del mundo.

Aquí les va el poema que escribí hace seis años atrás.

LA FLECHA

Después de cinco siglos cercenados
aún escucho el canto de los valles y
aún distingo ojos oscuros
que van haciendo historia
y que apedrean al destino.
No dejes que dividan tu razón,
que no partan en mil tu corazón.
Ellos temen, ellos rezan,
para que Arauco no una su puño
y no apunte su lanza al opresor.
Y es que en estas huincas arterias
siento correr sangre de aquellos
sangre fuerte, sangre pura hecha de acero.
Sangre de los antiguos guerreros.
Y un sueño se alza hermoso ante mis ojos,
expulso de mí a la serpiente yanacona,
mis ojos son oscuros como noche
y mis puños se unen a tu aurora.
Entonces, veo cruzar veloz el cielo,
los valles, las montañas y los ríos
la flecha ensangrentada que nos llama
a levantar un solo pueblo embravecido.

La historia es que un loco, loco muy loco que era mi pareja entonces tuvo la brillante idea de ponerle música a esta letra y fue la escandalera, le gustó a todo el mundo, obviamente y como es de suponer el éxito rotundo fue por cualquier cosa menos por la letra. La cosa fue que la música que este condenado circense le puso a mí poema era tan apoteósicamente buena, embriagadora, brillante y vibrante que la gente se encendía, comenzaban a hacer verdaderos "cahuines" al son de la mentada música, con decirles que una vez en medio de las danzas algo parecidas a las mapuches, el bocherío terrible de las trutrucas y cultrunes llamando a la "sublevación" de los hermanos, y gente amontonada tratando de balbucear algo parecido a lo que decía el poema (canción), mi pololo para tratar de lucirse conmigo anunció que la autora de esa canción estaba entre el público pidiendo obviamente un enorme aplauso para mí pero la verdad es que la montonera de gente estaba tan "sublevada" por no decir simplemente caliente con el tema no alcancé ni a escuchar mi nombre cuando sentí un puto codo en pleno hocico que me dio vuelta la cara y me la dejó en la espalda acompañada enseguida por un terrible empujón de otro danzarín improvisado que me hizo ver burros azules y mariposa con cuernos y ya con el hocico inchao, con el labio partido y el dolor en mis costillas no me quedó más que afirmarme en la muralla de atrás y tratar de sentarme en el suelo por supuesto, no creerán que iba a haber una puta silla para la magna autora de aquella maravillosa letra que todos balbuceaban, y ahí terminé de cerrar el círculo de horror, sentadita ahí en el suelo ni te explico la de patadas en las piernas, ponchos enredados en mi pelo, mis juanetes aplastados y es que aquello fue vergonzoso, lo juro lejos lo más vergonzoso que me ha... (no, mentira, me han pasado cosas peores, si lo reconozco y qué) y
mi pobre angelito que desde el escenario jamás acertó a imaginar siquiera que en medio de esa polvareda y algarabía y debajo de los piecesitos de todos los maracos que llamaban a alzarse en guerra a los mapuches hasta los mismos hermanos mapuches andaban bailando encima de mis huesitos, que en ese tiempo eran más huesitos que ahora.

Una anécdota que no por lo simpática deja de ser indigna para cualquier alma sensible como la mía. En fin... que mierda.

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